Europa cuenta con la mayor proporción de mujeres de edad avanzada del mundo. En el año 2010, una de cada cuatro mujeres tendrá más de 60 años. Con el aumento de la esperanza de vida, las mujeres europeas de mediana edad y de edad avanzada se encontrarán ante una importante crisis social y financiera. Por ello, es necesario adoptar medidas ahora.
- Las mujeres viven más tiempo, pero estos años adicionales de vida están marcados por enfermedades crónicas, incapacidades y dificultades para desenvolverse de forma independiente.
- Las dimensiones físicas, económicas, psicológicas y sociales que implican esta dependencia afectan a los servicios médicos y comunitarios, y además suponen un impacto negativo en la calidad de vida de estas mujeres. Muchas de ellas se convierten en cuidadoras impagadas, responsables de sus esposos y de sus padres ancianos. Cuando las mujeres de edad avanzada están incapacitadas, toda su familia sufre.
- Desde un punto de vista económico, tanto los ingresos como los ahorros de las mujeres tienden a ser más bajos que los de los hombres, y tienen menos posibilidades de beneficiarse de una pensión completa, recayendo de esta forma una mayor carga sobre el Estado.
- Al mismo tiempo, los europeos que reciben un salario, y que deben soportar los costes crecientes de los servicios de asistencia social y sanitaria, constituyen un porcentaje cada vez menor de la población.
Este informe incide en cuatro problemas esenciales de salud – enfermedades coronarias, cáncer, osteoporosis y depresión – que tienen un impacto particularmente importante en las mujeres de mediana edad y de edades más avanzadas, y sugiere programas de acción para tratar cada uno de ellos. Las cuatro enfermedades juntas ilustran un amplio espectro de problemas de salud femenina: el papel del reconocimiento, el diagnóstico precoz y el tratamiento de algunos desórdenes, la necesidad fundamental de investigar en algunas patologías, y la importancia de llevar a cabo cambios en el estilo de vida en cada una de estas áreas.
La enfermedad o la incapacidad no son consecuencias inevitables de la edad. El reto al que se enfrenta la Unión Europea es ayudar a los Estados Miembros a ampliar las oportunidades para conseguir una vejez saludable, especialmente mediante la detección precoz de la enfermedad, cuando resulta más fácil el tratamiento.